Miami, Florida de regreso a al futuro
Son tantas las posibilidades y los destinos dentro del mismo Miami que es imposible decir que podremos visitarlos todos en una única travesía y con su vertiginoso crecimiento puedo decir que no hay ninguna ciudad de Estados Unidos que tenga tanto estilo, tasto desparpajo, calidez ni tanta diversión como Miami.
Si supieran las cosas que la gente hace para ir a Miami, ¡y más todavía las razones! Una noche en una visita hace algunos años, conduje 32 kilómetros en medio de una tormenta tropical para comer un emparedado. Un amigo y yo estábamos en Hollywood, Florida, cuando el hambre nos atacó. Hollywood, a donde parece que escapa toda la población de Quebec para huir del espantoso frio canadiense, es famoso por su cassoulet, pero no es lugar para conseguir el emparedado cubano de sus sueños. Para eso hay que ir a la Latín American Cafetería en Coral Way, el gran paseo de viejos banianos que dibuja una diagonal entre los rascacielos de Miami y Miracle Mile, la calle principal de Coral Gables. Entonces decidimos, a las 10 de la noche que teníamos que llegar a Latín American Cafetería a como diera lugar.
Normalmente a esas horas hubiésemos llegado en un santiamén a través de la autopista sin embargo, esa noche comenzó a llover, y “llover en Miami” significa un aguacero tan violento que para cuando entras en el coche ya estas mojado hasta lo calzoncillos. Ya una vez en la autopista me metí detrás de otro vehículo, intentando avanzar a una velocidad prudente de 40 kilómetros por hora en la oscuridad. El conductor de adelante encendió sus luces intermitentes, yo hice lo mismo al igual el que iba detrás de mí; todos nos dirigíamos al sur uno detrás del otro.
Cuando llegue a la salida donde termina la autopista interestatal, la lluvia había menguado; vapores blanco grisáceos rodeaban como fantasmas al acecho los rascacielos postmodernos del Downtown. En la Latín American Cafetería una mesera ya mayor no regalo un montón de toallas de papel para secarnos un poco mientras ordenábamos nuestra cena.
La comida cubana siempre es reconfortante, pero cuando se trataba de bocadillos nocturnos, únicamente satisfacen los emparedados cubanos clásicos. Solo el pan cubano de verdad, crujiente y sobrecargado de carbohidratos, ofrece el envoltorio perfecto para los estupendos contenidos grasosos: capas gruesas de puerco rebanado, jamón dulce y queso y un par de pepinillos.
Esa noche disfrute de una tacita de café cubano agridulce. Al mirar alrededor, un detalle fijo mi recuerdo de ese momento en la historia de Miami. En una pared más allá del estacionamiento había un mural pequeño de Elián González, que salía del mar como un adorable ángel de la discordia, provocando en pleno 2000 una discusión internacional sobre si Elián debía quedarse con sus parientes de Miami o regresar con su padre en Cuba, este niño dividió a la metrópoli más profundamente que cualquiera, desde la llegada de la gente a bordo del barco Marielito hace 20 años.
Antes de que la controversia se enfriara, el asunto de Elián había producido un exceso de información, había influido en el resultado en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y también había servido para darle a Castro una nueva excusa para culpar de todo a los Yankees y había causado así discordia y desamino entre toda la gente de buena voluntad de cualquier origen y raza de Miami. No era la primera vez que se decía que Miami ya no era parte de Estados Unidos. Sin embargo aquí los huracanes humanos son como los climáticos: azotan la ciudad pero Miami siempre sale adelante y adquiere formas más impactantes, cada vez más seductoras.
Siempre pienso en Miami como en la Venecia de nuestro tiempo, no me refiero a la Venecia de las góndolas cursis o los carnavales pintorescos o las tiendas de recuerdo sino aquella Venecia del Gran Viaje original de hace 200 años. Esa era en el momento álgido de Venecia, antes de todos los museos: un centro mundial de puro intercambio cultural así como de contrabando. Una ciudad donde el arte, el vicio y la cultura no solo se encontraban, sino que se unían y explotaban. Venecia tenía su Miami Beach, el Lido, separado de la ciudad por el gran Lago. Y si uno piensa que los palacios a lo largo del Gran Canal como trofeos arquitectónicos de las fortunas que se amasaban gracias a las exóticas transacciones con el extranjero, inmediatamente se nota que el parelelelismo con los manieristas rascacielos de la urbe de Miami que dominan la Biscayne Bay hoy día.
Los estadounidenses consideran a la Miami de hoy ciudad de Inmigrantes, una aberración cultural y olvidan que sus propios ancestros pasaron por el propio proceso de asimilación que los recién llegados enfrentan ahora. De hecho, Miami es tan estadounidense como el sexo, las drogas y la comida rápida para llevar y descongelar. Meras ilusiones pues este nunca ha sido un país homogéneo étnicamente. Miami demuestra lo vital y desconcertante que la americanización ha sido siempre, y lo que puede esperarse de un país cada vez más diverso.
En mi última visita a Latín América Cafetería este Verano llegue allí directamente desde el aeropuerto e inmediatamente me di cuenta que Miami nuevamente está en alza, incluso después de explorar el resto de la ciudad, el mural de Elián había desaparecido y el estacionamiento había crecido el doble. Además, la comida para llevar tenia cada vez mayores ordenes en formato digital.
Dentro de la cafetería los chicos de los emparedados bromeaban y no en cubano sino más bien hablaban en salvadoreño y esta vez las meseras eran más jóvenes y en mayor número.
Lo que había pasado con el Restaurante es el mismo fenómeno que sucede con la ciudad en general. Hoy día hay seis Latin American en la zona urbana de Miami, desde la zona industrial de Hialeah hasta el prospera Kendall. Al comenzar a subir los cubanos, también han empezado a salir y los recién llegados de otros países han visto a tomar su lugar.
“Los Cubanos ya no están en la Pequeña Habana”- dice Maurice Ferre, un exalcalde de la ciudad, antiguo conocido, explica que para internarse en la comunidad cubana hay que ir hacia el oeste del condado de Dade, en las afueras de la ciudad. La Pequeña Habana se ha convertido en un imán para los nuevos inmigrantes de Latinoamérica, además de3 una atracción turística para los cubanos locales. Esta es la combinaciones de prósperos jóvenes anglosajones y cubanos de Miami con Inmigrantes de norte (resto de EUA) y del sur (Latinoamérica) lo que sin duda le da a la ciudad una energía que hace que hace la visita a este lugar verdaderamente estimulante.
Aunque el huracán ocasional sea una mera metáfora en los infortunios de Miami, el desfile callejero hace olvidar toda pena de una gran variedad de gente que convive en armonía mientras disfrutan de comida exóticas y mueve las caderas con ritmos arrobadores, como si esto representara el nacimiento de la ciudad. Y ahora que el huracán Elián ha pasado, nuevamente es la hora de la fiesta, y Miami seguirá en pie haga frio o calor.
En mi primer día de vuelta, me encontré inmerso en el típico ambiente festivo de Miami. Al atardecer, nadie ni una jungla artificial, adornada con palmas y hasta una cascada (en el techo de un rascacielos nuevo) cene en un maravilloso restaurante Italiano de Coconut Grove que, sin duda haría palidecer a los lugares más elegantes de New York. Entre sitio y sitios me encontré en medio del Goombay, el festival anual de Miami y las Bahamas. Miami siempre ha tenido sus carnavales eventuales pero actualmente ya no son sucesos anuales. El último viernes de cada mes, la gente viene desde los suburbios para festejar en la calle 8, la principal arteria vial de la Pequeña Habana. Así pasa el primer viernes de cada mes en Coral Gables donde se organiza una celebración especial: las galerías de arte cierran tarde, y a lo largo de Miracle Mile se extiende otro tipo más acicalado de festival callejero: los yuppies y los yucas (jóvenes prósperos cubano-americanos) quienes van coqueteando de los bares a las librerías, y de ahí a los restaurantes más sofisticados, y también dejan espacio para el amor (los romances intercomunitarios son un subtema dentro de los festivales).
Todas las noches, el famosos Distrito Histórico Art Deco de Miami Beach es una fiesta al aire libre, que exalta los sentidos y satisface todo gusto. Es tanto así que el Downtown se ha vuelto un lugar familiar donde puede irse con los niños y el resto de la familia y es imposible no visitar el museo de arte de Miami, y lo mejor de todo se puede llegar rápidamente a todos estos lugares sin costo alguno en el vistoso y automatizado Metromover. Este tranvía da vueltas por el centro de la ciudad y tiene un ramal que traviesa el rio Miami hacia la venida Brickell, que se ha vuelto una de las áreas más cotizadas de la ciudad.
Como suele suceder, los buenos tiempos han permitido un resurgimiento de la construcciones en Miami, gigantes corporativos como el banco HSBC se han mudado a rascacielos espacialmente construidos a lo largo de Brickell, donde también se han abierto pequeños negocios y han impulsado un nuevo desarrollo y ni hablar de los enormes complejos turísticos a lo largo de Ocean Drive que ofrecen a las familias un escape del frio norteño y broncearse con el sol del sur.